miércoles, 1 de diciembre de 2010

Cuerpo

La colocación hay que cuidarla desde el principio, si nos acostumbramos a una buena posición, llegará un momento en que nos salga sin pensarlo y será nuestra postura habitual, incluso cuando caminemos por la calle.
El cuerpo debe colocarse muy recto, con gallardía, aunque también debe quebrarse y estirarse cuando el paso lo requiera. Estos movimientos tienen que ser armoniosos, naturales, no forzados; el bailaor tiene que sentirse identificado con la plástica del movimiento. La cabeza también es importante. Deberá mantenerse alta, acentuará el sentido de nuestros pasos y nuestro baile ganará en expresividad.
Pies

El zapateado también es una parte imprescindible del flamenco.

Se zapatea con las rodillas ligeramente flexionadas para golpear con fuerza, amortiguar el golpe y evitar lesiones.  
La espalda debe mantenerse recta y los pies se sitúan en línea con la cadera. Hay varios tipos de percusiones de pies: 

golpe, planta, tacón, punta…

Es importante que suenen “limpios” y claros y eso sólo se consigue con mucha técnica, oído, fuerza y resistencia. 
Brazos

Si algo caracteriza al flamenco y, sobre todo, al baile de la mujer, es el movimiento de brazos. Requiere técnica, mucha práctica y arte. Los brazos deben mantenerse altos, sobre la cabeza, y redondeados, que no se noten los codos. Al principio te cansarás y quizás tengas agujetas, pero con el tiempo lograrás mantenerlos arriba y controlarlos sin flojear en ningún momento.
Al mismo tiempo que se mueven los brazos hay que girar las manos hacia dentro y hacia fuera. Este movimiento deberá ir con la música y evitar que las manos parezcan dos molinillos descontrolados.  
No es fácil, pero una vez conseguido, nuestros brazos habrán ganado carácter, personalidad y arte.
Al principio cuesta un poco, pero después sale solo.